(Imagen: complejo del volcán San Cristóbal. Google-earth satélite)
Seguimos relatando nuestra experiencia con los gigantes nicaragüenses, en este caso nos remontamos al verano del 2003, cuando tuvimos la oportunidad de acompañar a varios estudiantes de la UNAN-León de Biológicas, que se encontraban realizando su tesis sobre la biodiversidad de anfibios y reptiles en el volcán. Desde aquí saludos y las gracias por los buenos ratos que nos hicisteis pasar. En estas entradas nos referimos a los cráteres que ya hemos podido visitar en otras ocasiones, aunque nos quedan muchos para completar la lista...
El Volcán Casitas forma parte de un complejo volcánico, un conjunto de cráteres encabezados por el San Cristóbal (El Viejo para los indígenas), el más alto de Nicaragua con sus 1745 m de altitud. Junto a él, el Casitas, con sus dos cráteres, y de menor tamaño: Chonco, Moyotepe y Pelona.
Por desgracia, el Casitas es uno de los volcanes más famosos de Latinoamérica, debido a la gran cantidad de muertes que ocasionó el 30 de noviembre de 1998. Lo increible es que se trata de un volcán inactivo, apagado desde hace muchos cientos de años, lo que muestra que los riesgos volcánicos no se limitan a las erupciones.
La catástrofe del Casitas se asoció al Hurancán Mitch, el cual descargó fuertes lluvias sobre el país durante muchos días seguidos. El volcán se empapó de agua, hasta que aquel día reventó una de sus laderas, formando una rápida colada de barro (Lahar) que sepultó dos poblaciones ubicadas en su ladera sur: El Porvenir y Rolando Rodríguez. Más de 2000 muertos en tan sólo unas horas, algo que nadie esperaba. Durante nuestra estancia pudimos recoger varios testimonios de los supervivientes, algo realmente escalofriante. Pueden seguir los sucesos en: www.ineter.gob.ni/geofisica/vol/casita/casita.html , de donde procede la imagen de abajo:
Actualmente todavía es posible observar la enorme extensión de la que fue la colada de barro, la cual todavía no ha recuperado su vegetación original. La colada parte de una enorme brecha en la ladera sur del volcán, en una característica forma que denominan la "cara del diablo".
El Volcán Casitas se ubica entre los departamentos de León y Chinandega, es un lugar de difícil acceso, teniendo que utilizar un 4x4 para transitar por empinadas pistas de tierra que parten de la Panamericana, en dirección al Memorial (Mausoleo dedicado a las víctimas del Huracán Mitch). En nuestro caso utilizamos varios días para conocer a fondo el lugar. Aprovisionados con comida en saquetes decidimos quedarnos junto a una masía en las laderas del volcán, con una familia. El arroz con frijoles cocinado por la señora de la casa era un auténtico manjar. Eso sí, cuidado con beber agua de pozo!
(Poblado Pikin Guerrero, en las faldas del volcán Casitas. Foto: T.Sanz@)
Lo más cómodo y aconsejable en estos lugares es llevar una hamaca en la mochila, te permite dormir en donde te pille la noche, colgándola entre dos árboles. La verdad que resulta muy cómoda después de un par de noches, y te aleja de las grandes filas de hormigas y arañas de gran tamaño. Recordar que estamos en un país tropical y el bosque está formado por especies de selva tropical seca, que a pesar de este apelativo es realmente frondosa.
(Vistas del Volcán desde el poblado. El verdor y la humedad son impresionantes. Foto: T. Sanz@)
Partimos de un pequeño poblado, Pikin Guerrero, a partir del cual inicamos el ascenso a la cumbre del volcán. Este trayecto debe realizarse con guías o personas del lugar, que lo conozcan bien, pues es realmente fácil perderse entre la vegetación. Es frecuente, en las partes bajas, observar las plantaciones de café mezclándose con el bosque. Abundan los grandes árboles, como el Guanacaste, y especies trepadoras como el matapalo. Podemos encontrar animales salvajes como Monos aulladores, armadillos o perezosos.
El ascenso nos llevó varias horas, en un repecho que le saca a uno hasta la última gota de sudor. En el camino pudimos observar algunos pinos, la especie que se situa más al sur de su distribución norteamericana. Las vistas son inigualables, parece que estuviésemos todavía a bordo del avión.
Por fin llegamos a la cima, para nuestra sorpresa el volcán consta de dos cráteres: uno de pequeño tamaño que denominan "La Hoyadita" y otro mayor de más de 1 km de diámetro. Nos dispusimos a pasar la noche en el interior de la hondonada pequeña. Se trata de una depresión circular, hundida, forrada completamente de vegetación. Lo más sorprendente de todo era la presencia, en el centro del cráter, de una pequeña casita con su corral, su pequeño huerto y algunos animales. En ella vive una pequeña familia, desplazándose en caballo ladera abajo cuando necesitan algo. Resulta extraordinaria la capacidad de vivir en esas condiciones de aislamiento, algo impensable para los que somos europeos. Su cordialidad nos hizo pasar unos momentos muy especiales, quien lo diría, en la cima de un volcán.
(Imagen de "la Hoyadita", el pequeño pero poblado cráter del Casitas. Foto T.s.@)
(Vista del San Cristóbal desde la cima del Casitas, ya descendiendo por el cráter mayor. T.S.@)
Al día siguiente emprendimos el descenso, pasando por el cráter mayor. Justo allí se desató una tormenta en cuestión de minutos, que nos dejó completamente calados. El clima tropical es lo que tiene...
Junto al cráter mayor, por el sendero que recorríamos, nos cruzamos a dos cazadores. Son gente que se dedica a capturar garrobos, armadillos y otros animales que después venden en los poblados como alimento. Nos contaron que habían dormido en una pequeña choza situada en el fondo del gran cráter. Se construyó hace varios años en una de las laderas, pero durante las lluvias del Mitch el cráter se inundó y la caseta quedó flotando a la deriva, hasta quedar anclada en su posición actual.
Uno de ellos llevaba al hombro una gran culebra, que nos dejaron inspeccionar. Era una "Culebra látigo", por su forma estilizada. Nos contaron que la encontraron durmiendo dentro de la choza, enroscada en una de las vigas del techo. En lugares así es mejor mirar dónde se pone uno a dormir.
(Culebra "mica" o "Látigo", no es venenosa pero su mordedura es potente y dolorosa. Foto: T.Sanz@)
(En ocasiones los senderos que recorren el Casitas se pierden entre la vegetación y es necesario marcar con el machete algunos troncos como rastro para el regreso. Por ello conviene no aventurarse sin guías por el volcán)
El descenso es mucho más rápido y fácil por el lado SE del Casitas, por donde nos encontraremos un pequeño poblado, la Hacienda Bellavista. Se trata de algunas casas dispersas que quedaron justo al lado del origen del deslave. Unos metros más abajo aparece la enorme cárcava que dejó la movilización de toneladas de barro, que todavía hoy conforman una superficie con poca vegetación, que se va recuperando poco a poco.
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